Digámoslo sin rodeos: Natalia Compagnon me causa cierta simpatía... más que cierta, derechamente me cae bien. No me gustaría tenerla de amiga, de socia menos -no soy tan tonta-, por la misma razón que nunca tendría un gato: no se puede confiar en un animal más astuto, ambicioso y despiadado que yo. Esto no significa que me parezca que sea buena persona ni que considere que sea un modelo a seguir, pero sí me genera cierta fascinación malvada... así como Al Capone, otro emprendedor. Todos lo sabemos, Natalia es del tipo de gente que estaría dispuesta a vender a su madre, y sin ninguna cosquilla también a su suegra (aunque eso no sea tan meritorio), a cambio de un pedazo de torta más grande. Hay un no-sé-qué en su ambición piñerina, una cosa fresca de raja que me resulta simpática (y sí, obvio, entre más lejos de mí, más simpática). Es esa falta de decoro hasta el límite de no pagarle a sus abogados. Pequeña sinvergüenza.
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Si la vida te da limones, Michelle... |
No es que me cause admiración todo aquel que haga maldades; el desastre ecológico que están dejando los peces gordos (juro que lo escribí antes de lo de los salmones, soy una pitonisa... o yeta) no me genera ninguna gracia; ni tampoco el que se disfrace de civilidad y progreso el saqueo a manos llenas que hacen los próceres de la salud y la previsión (y ay de ti si el destino te proveyó de útero). Por no mencionar a nuestros encantadores y poco elegantes honorables, quienes todos los días, con un desparpajo talentoso, se dedican a mirarnos la cara de imbéciles y a sueldo fuera de mercado... por arriba, obvio. Por poner un ejemplo: Marco Enríquez Ominami (detengámonos un segundo: ¿MEO? ¿De verdad? ¿De verdad le pareció que MEO era la mejor forma de salir al mundo? Hola suegro, soy MEO... después de eso cualquier cosa) y su verborrea diarréica me dan urticaria supurante.
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Monster Inc |
El descaro de Natita no tiene nada que ver con eso: no es el del goloso que tiene mucho y quiere más, como el de cierto guatoncillo que se anda autoentrevistando por estos días; tampoco es el del maleante-ojito-azul-y-cara-de-bueno que se ofende cuando le pillan las cochinadas del papel cuya misión precisamente era limpiar; ni la deshonestidad de quien se proclama "soy un hombre honesto" y es tan cara dura que de verdad se lo cree. Natita se sabe malula y le da lo mismo, por eso me cae bien: porque es honesta en su cara de rajez.
Porque mientras una anda toda cagada tratando de emprender y de hacer las cosas bien, y caerle estupendo a todos y ser una dama; ella con espíritu pragmático se ríe de todo eso y le pellizca el poto al mundo. Porque ella es capaz de morder, sobornar, mentir y estafar sin que se le mueva un pelo, ni que la culpa se la cague entera. Una Scarlet O'Hara cualquiera, con una suegra que justo se gana los porotos por vender todo lo contrario (de hecho, que le haya tocado ser la nuera de la versión sin talento de la Angela Merkel, no es su culpa y su carrera criminal no tenía por qué verse interferida por azares familiares). Y es que en esta fértil provincia señalada existen dos tipos de mujeres: las que se identifican con la Quintrala (aunque no lo sepan o no lo reconozcan) y las que no (que vendrían siendo algo así como encargadas de biblioteca municipal o parroquiana bigotuda de la zona centro). Natita, obviamente es del primer tipo: una ratita advenediza y mal portada, con cara de yo-no-fui, capaz de destripar huérfanos por un poco de blin blin. Pura vocación.
Lo que me gusta de su estilo es que es algo así como la ardilla codiciosa de La Era del Hielo, un mamífero insignificante, egoísta y un poco feo, que nada tiene que ver con el peso majestuoso del gigantesco mamut o la elegancia del tigre dientes de sable, y que así, todo pichiruchi y chiquitito, deja la cagada por una bellota, o en este caso, un par de miles de milloncitos. Y eso es lo otro que me gusta: porque mientras una se requetecontra-caga de susto, ay-no-te-preocupes-cliente-corre-por-mi-cuenta-yo-debería-pagar-por-trabajarte-a-ti, cuando uno tirita entera por cobrar luquita más IVA; sus montos son de miles de millones de piticlines (y apuesto que ella encontraría de pueblerino considerar que sea tanto).
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Y qué |
Cuando supe que tiene mi edad me sentí interpelada. O sea, ella sale al mundo y a sus treinta y pocos ya está involucrada en una estafa de proporciones, ya puso en jaque un gobierno y salpicó de mierda a todo cuanto se cruzara por el frente. Hay que tener talento para algo así. Yo que siento que apenas me estoy sacando el pañal y ella ya tiene desarrollada una mente criminal para sacar partido con uñas y dientes a lo que se le ponga por delante. Mientras una se cree la mega empresaria-agárrate-Negro-Fernández-que-acá-vengo-yo matuteando cositas por Facebook, ella compra en Machalí y hace boby a empresarios astutos, metiéndolos en un enredo kafkiano sin siquiera inmutarse. Ídola. Si alguien logra meter en un enredo tan grande a pesos pesados (siempre son gordos), se ganó mi respeto. Mención aparte merece cómo hizo bailar a Gonzalo Vial, metiéndole el dedo hasta el intestino delgado, inventándole intrigas y entregándole asesorías plagiadas de Google, y no contenta con eso, pecharle el campo para casarse ahí mientras le estaba mirando la cara de estúpido sin pudor.
Es que mientras todos trabajamos como animales (burro, hormiga, elija usted su bestia), ella winner y digna hija de los nuevos tiempos, en que es más cool el que le da el palo al gato, que el que va de a poquito metiendo las monedas en el chanchito, juega a ganarle al sistema y se los salta a todos. Entonces ella no sólo encuentra los atajos, sino que, oh emprendedora, los inventa sin vergüenza ni reparos. ¡Es la heroína del capitalismo! Y obvio que da rabia el asunto, porque finalmente resulta que esto de ser buena gente, no pasarse los semáforos rojos ni meterse en contra para ahorrarse la vuelta del tonto, decir la verdad, pagar los impuestos y todo eso que el pelotudo de Pepe Grillo anda pregonando por ahí, no correlaciona con la calidad de vida, mucho menos en la selva que es Chilito y sus alrededores. Y es que, hay que decirlo, el más vale pobre pero honrado es bien como las pelotas.
Es que mientras todos trabajamos como animales (burro, hormiga, elija usted su bestia), ella winner y digna hija de los nuevos tiempos, en que es más cool el que le da el palo al gato, que el que va de a poquito metiendo las monedas en el chanchito, juega a ganarle al sistema y se los salta a todos. Entonces ella no sólo encuentra los atajos, sino que, oh emprendedora, los inventa sin vergüenza ni reparos. ¡Es la heroína del capitalismo! Y obvio que da rabia el asunto, porque finalmente resulta que esto de ser buena gente, no pasarse los semáforos rojos ni meterse en contra para ahorrarse la vuelta del tonto, decir la verdad, pagar los impuestos y todo eso que el pelotudo de Pepe Grillo anda pregonando por ahí, no correlaciona con la calidad de vida, mucho menos en la selva que es Chilito y sus alrededores. Y es que, hay que decirlo, el más vale pobre pero honrado es bien como las pelotas.