31 ago 2017

La suegra (o sobre las maravillas de la segunda familia)

(Antes de que usted, querido y predecible señor lector, se relama los bigotes esperando relatos mordaces que descueren a los progenitores de mi chico guapo, sepa que nada de lo que leerá en estas líneas está basado en mi experiencia personal, dado que salí favorecida en la repartición de suegros. No obstante, no se deje confundir por la desilusión, porque no será mi propia experiencia, pero sí la de algunos cientos... Toda similitud con la realidad es porque los afectados hablan muy fuerte, sobre todo si hay vino en la mesa).

Pues bien, empezar por lo obvio: nadie elije a su familia. Cuando uno es un engendro pequeño, lleno de mocos y raspaduras en las rodillas, la familia es la perfección encarnada en unos seres maravillosos, lozanos y graciosos. Luego viene la adolescencia y esa tregua increíble que te da la vida en que descubres que puedes ser un imbécil a tiempo completo, porque eres una bolsa de hormonas supurante, entonces más o menos se entiende que seas despreciable. Y ahí llegas a odiar a tu familia con ganas y ves que todo el mundo te secunda porque, después de todo, tu familia es igual de pelotuda que el resto de la humanidad. Y más tarde, cuando se acerca esa estupenda edad en que el poder adquisitivo está de tu parte (salvo que tengas vocación de muerto de hambre y estudies idioteces como Criminalística en la UTEM o Psicología en la Católica), sales al mundo, te das cuenta lo difícil que es y te reconcilias con todos aquellos consanguíneos que antes despertaban tu furia. Es decir, te conviertes en un adulto. El punto es que justo en el momento en que miras las tonteras de los tuyos con cariño (tal vez porque descubres que tú eres un poco peor), sientes el llamado de la naturaleza, se te ocurre emparejarte y empezar una nueva familia. Lo que no pensaste, estúpido jovenzuelo enamorado, es que el amor de tu vida viene con su propia tropa de intensa humanidad y te tocará lidiar con ella.


El costo del amor

Si ya consideras que tu familia es disfuncional, la del prójimo siempre va a ser el festival del trastorno de personalidad. Al principio te pueden parecer adorables, incluso razonables... pero es cosa de tiempo. Dinámicas irritantes, tallas fomes, códigos ridículos, ideas irracionales, creencias estúpidas y, por supuesto, ella... tu suegra. 


Como si no tuviésemos suficiente con la propia madre












Porque digámoslo, si la vida ya se hace cuesta arriba con ese ser humano que uno llama mamá, la existencia de la suegra sólo demuestra que Dios tiene un sentido del humor retorcido. Es que toda madre, tanto la mamá gallina que cuida y protege a sus adorables e indefensos retoños, como la que tiene un instinto maternal cactucino, se va a convertir en una suegra de mierda. Es inevitable. Es biología.

Por ejemplo, todo mamoncete que anda caminando por ahí, tiene una madre nefasta que con esfuerzo, sudor y lágrima lo ha ido esculpiendo a pulso para que se acurruque en esa cavidad calentita que ella tiene bajo sus brazos. Ella a punta de cuidados y amor maternal ha logrado convertir a un ser humano perfectamente sano en una pasta blandengue, en un remedo de hombre, en un bufón. Sí, todos conocemos a uno; piense en él y en su mamita... y llore por la humanidad. La dinámica entre un hijito de mamá con su progenitora es digno de guion de Hitchcock, porque ella está absoluta y perdidamente enamorada de su pequeño y lo encuentra insuperablemente nivel Dios. Y él, baboso estúpido, le corresponde sin ningún pudor ni sentido del incesto.

Es la mamita perfecta, amorosa, cocina, borda, ¡teje la muy mierda!, maestrea, hace el jardín, devota absoluta y hasta medio Virgen María. Todo el mundo la adora, porque obvio, es una santa mujer. La noticia es que ella odia a cualquier ser respirante que ose acercarse a su retoño y considera que eres la versión menos agraciada de la serpiente tentadora del Paraíso. Es la vieja de mierda que se creyó esa estupidez psicoanalítica de que "los niñitos son de la mamá" (aunque el niñito tenga 40 años, panza, un MBA y sea más malo que José Piñera).

Si ya un mamón es motivo suficiente para salir corriendo, su madre es causal de suicidio. Y él nunca, entiéndelo bien pequeña ingenua que cree que él cambiará, nunca verá maldad en que ella te trate como un trapo. Si ella se mete a tu cocina y te dice cómo le gusta la cazuela a su gordito (y peor, te quita la cuchara de palo); él jamás entenderá que te dice que cocinas como las pelotas, sino que con un suspiro agradecerá su ayuda y se sentirá poco merecedor de ella. Si ella te insinúa que tus hijos son tan inteligentes y trabajadores como su padre; él nunca asumirá que te dijo floja idiota, sino que le dará un beso y dirá "lo aprendí de usted, mamá". Si ella te regala ropa de beata anciánica y te dice que así te verás mejor; el muy re tonto no escuchará que te está diciendo que pareces putinga de reality show, sino que le parecerá muy generoso que ella a su edad se preocupe tanto por ti.


El único defecto de su hijo, eres tú

Eso sí, no podemos confundir a la creadora de mamoncetes, con la metiche. Si bien la mayoría de las suegras que son metiches lo son porque hay un hijo mamón que no le para el carro, las intenciones son muy distintas. La creadora de mamoncetes te detesta porque le estás quitando el amor de su hijo y no entiende cómo diablos esta encarnación de todo lo bueno del universo, pudo posar sus hermosos ojos en un ser tan insulso y poquita cosa como tú; seguro que lo hechizaste con algún menjunje pecaminoso. A la metiche, en cambio, puedes caerle bien y considerar que eres una buena pareja para su hijo, e incluso mejor que él. Si ella está todo el día encima de tu marido es porque simplemente no puede soltarlo. Se trata de una compulsión insoportable, en que necesita con urgencia hacerle todo y piensa que el amor se manifiesta estando pendiente de cada una de las cosas del otro, y ahora de las tuyas. Para ella es muy importante que su hijo nunca sufra y sólo mamá con su experiencia sabe lo que es bueno.

Y por eso tiene opinión para todo, que da directamente o a través de su hijo. ¿El nombre de la guagua? Mi mamá opina que Alberto, Francisco o Teodoro. ¿Estás buscando colegio? Ella ya los recomendó con el director del colegio que no te gusta. ¿La playa o el campo? Mi mamá llamó diciendo que en el campo hay muchos ratones. Entonces te sorprendes con que la madre en cuestión tiene organizada toda tu vida. Es que si tu familia es una democracia, ella también quiere votar.


¿Suegra?


Esta metete es capaz de ir a verte en tu primer día de luna de miel, para dejarles galletitas y preguntar cómo han dormido. Es especialista en generar situaciones incómodas, haciendo de puro buena gente exactamente todo lo que no te gusta. Y entonces te pillas sintiéndote culpable por odiarla más que un poquito y no ver todas las cosas buenas que hace por ustedes. Con vocación de espía norcoreano, esta vieja sapa aparece en todas partes: te cambia el detergente en el supermercado por uno que considera mejor, supervisa las notas de tus hijos pidiéndole al colegio que se las mande por mail, le da instrucciones a los conserjes de tu edificio sobre quiénes pueden y quiénes no entrar a tu departamento, sugiere qué comprar y dónde. Ni te diste cuenta y vives donde ella dijo, comes lo que ella dijo y hasta votas por quien ella dijo. Y habla tanto a través de tu marido que has comenzado a sentirte en una extraña relación lésbica.

La suegra por anga o por manga, siempre es un tema. Por eso...